
Ese rinconcito llamado Caleta,
donde el sol se muere, de celos, quién sabe,
donde palidece, quizá de tristeza,
y ante su belleza
rinde vasallaje
después de haber sido por todo el planeta
el astro divino sin par que lo iguale.
Pero su belleza
y todo su esplendor
en nuestra Caleta
bajan de color.
Ay, pudiera ser
que al hundirse en sus entrañas
se convierta en esa fragua
del famoso dios Vulcano.
Ay, lo cierto es
que al fundirse entre sus aguas
toma un temple de esmeralda
todo el cielo gaditano.
Ay, pudiera ser
que algún cíclope gitano
tenga un taller artesano
sumergido en la Caleta.
Y en las noches de verano,
cuando se ha ocultado
su gran pandereta,
ante su mar, extasiados,
hasta los profanos
se sienten poetas.